Jacarandá

El cielo es todo una nube. Al fondo, la estación.

Arriba, una arquitectura horrible y bella de tan fea.

En la plaza, algunas ramas y algunas hojas. Violeta y verde.

Así era Once, que siempre habló por sí mismo.

– ¡Pero no le hable de colores al ciego, hombre! Hábleme de

la gente o de algo que pueda sentir.

– Es que no puedo salirme de mí últimamente. Como el que

no puede ver más allá de sí.

– ¡Usted es un ignorante! Y peor que el que no ve por no poder es el que,

aun viendo, no aprende por no querer.

Copyright 2019 © Pablo Vazquez